Según un estudio de la Asociación Americana de Pediatría, hasta un quince por ciento de los pequeños menores de un año de edad juega habitualmente con las aplicaciones de dichos aparatos. Además, el uso de pantallas de cualquier tipo disminuye la cantidad de veces que parpadeamos por segundo, produciendo una reducción de la calidad de la lágrima, por lo que el ojo se enrojece, dando sensación de sequedad o cuerpo extraño y visión borrosa, y, al mismo tiempo, puede agravar trastornos como la alergia, la atopia ocular y la blefaritis. Los especialistas recuerdan que es recomendable utilizar las pantallas en un área suficientemente iluminada, evitar acercarse mucho a ellas, establecer descansos y no abusar.