Cada mañana, millones de personas se levantan de la cama y lo primero que hacen es ponerse las gafas o lentes de contacto para ver correctamente el mundo que les rodea. De hecho, se calcula que uno de cada cuatro españoles padece miopía, un defecto visual que hace que los objetos lejanos se perciban borrosos o desenfocados.

En el ojo miope, una longitud mayor del globo ocular o una curvatura excesiva de la córnea hacen que la imagen no se enfoque correctamente en la retina. La miopía acostumbra a aparecer en la infancia y se suele detectar entre los ocho y los doce años de edad, aunque, dado que el ojo continúa desarrollándose, este defecto puede crecer hasta el fin de la adolescencia. Si bien lo normal es que no se produzcan muchas variaciones a partir de los veinte años, esto no significa que la visión de lejos no pueda empeorar con el paso del tiempo.

Eso sí, los expertos no se ponen de acuerdo en el porqué de estos cambios en la morfología ocular: algunos investigadores ponen el énfasis en los factores hereditarios que controlan el crecimiento y desarrollo del ojo, mientras que otros han vinculado la miopía con el estrés visual derivado de un trabajo excesivo en visión cercana.

En cuanto al primero de los factores, existe una evidencia significativa de que muchas personas heredan la miopía o, al menos, la tendencia a desarrollar miopía. Los estudios han mostrado una prevalencia del 33-60 por ciento en niños con ambos padres miopes, del 23-40 por cierto en niños con un solo progenitor con miopía y del 6-15 por ciento si los padres no presentan este defecto refractivo.

Sin embargo, incluso aunque la tendencia a la miopía se herede, su desarrollo real puede verse afectado por otros factores. Los resultados de algunas investigaciones parecen apuntar que los individuos que dedican mucho tiempo a la lectura, al trabajo frente al ordenador o a otras actividades con una intensa demanda visual tienen más probabilidades de padecer miopía. Y, al revés, otros trabajos indican que los niños que juegan al aire libre todos los días presentan un menor riesgo. Aunque, como decimos, no existen estudios concluyentes al respecto.

La importancia de la corrección

Las personas que comienzan a desarrollar miopía, además de experimentar una dificultad creciente para distinguir los objetos distantes, como las señales de tráfico, también suelen padecer otros síntomas, como dolores de cabeza, fatiga visual al conducir o hacer deporte o la necesidad frecuente de entrecerrar los ojos. Por su parte, los niños miopes son fáciles de identificar, porque a menudo guiñan los ojos a la hora de ver la pizarra o la televisión.

Con el fin de evitar estos problemas, que suponen una mer- ma de nuestra calidad de vida, conviene visitar al óptico-optometrista, que determinará la existencia y el grado de miopía, y, en su caso, nos informará acerca de las distintas opciones para corregirla:

1. Gafas o lentes de contacto. Alteran el modo en que la imagen se enfoca en los ojos. Como curiosidad, cabe decir que el primer número ("esfera") en la prescripción de las gafas o lentes de contacto estará precedido por un signo menos (-): cuanto más alto sea el número, más miope se es. De todos modos, en miopías bajas, tal vez solo necesites las gafas o lentes de contacto para ciertas actividades, como conducir, ver la televisión o disfrutar de una película en el cine.

2. Ortoqueratología. También denominado orto-k, este procedimiento se basa en utilizar unas lentes de contacto rígidas diseñadas específicamente para aplanar la curvatura de la córnea, siempre que no se superen entre tres y seis dioptrías. Normalmente las lentes se llevan solo por las noches, de tal modo que, durante el día, se consigue ver bien sin necesidad de corrección óptica.

3. Terapia visual. Se trata de una serie de ejercicios diseñados por un óptico-optometrista, que, en ciertos pacientes, permite estabilizar la agudeza visual, por ejemplo en casos de miopía relacionada con el estrés. Además de estas tres opciones, existe la posibilidad de alterar la forma de la córnea para reducir la miopía recurriendo al láser o a otros procedimientos quirúrgicos.

En la consulta del óptico-optometrista…

El óptico-optometrista recurre a distintas pruebas de enfoque y coordinación ocular para determinar el grado de miopía del paciente, así como para el cálculo de la potencia de las lentes correctoras necesarias. Así, entre los instrumentos que utiliza en su consulta, destacan:

  • El retinoscopio. Mediante la retinoscopía o esquiascopía, prueba en la que se evalúa el reflejo de la luz en la retina del paciente al iluminarla con el retinoscopio, el óptico-optometrista mide el poder refractivo del ojo, un punto de partida especialmente útil en el caso de niños o personas con discapacidades.
  • Las gafas de prueba, el foróptero y los optotipos. La agudeza visual suele medirse utilizando optotipos, que son letras o figuras de tamaño decreciente impresas en un póster o proyectadas sobre un panel. El óptico-optometrista nos pedirá que leamos los optotipos mirando a través de gafas de prueba o de un foróptero, dispositivo que permite situar lentes de distintas graduaciones delante de los ojos.
  • El autorrefractómetro. Este instrumento mide de forma electrónica los posibles defectos refractivos, proporcionando al óptico-optometrista una lectura objetiva de la graduación.

¡Cuidado con la fatiga visual!

Las personas que realizan actividades que implican un uso prolongado de la visión cercana pueden experimentar una "pseudo-miopía", derivada de un sobreesfuerzo del mecanismo de enfoque de los ojos. Los síntomas normalmente son temporales y desaparecen tras un periodo de descanso.

Sin embargo, conviene no abusar de la visión cercana, ya que algunos estudios sugieren que, a largo plazo, el estrés visual puede afectar negativamente a nuestra percepción de lejos.

¿Qué es?

Miopía nocturna
Algunas personas experimentan visión borrosa solo por las noches. Esta miopía "nocturna" puede deberse al bajo nivel de iluminación, que dificulta el enfoque ocular, o al aumento del tamaño de las pupilas en la oscuridad, que permite la entrada de más rayos de luz desenfocados por la zona periférica.

Miopía magna
Se trata de una forma grave de miopía en la que el globo ocular se expande y se hace demasiado largo, fenómeno que puede derivar en agujeros o desgarros en la retina, al tiempo que se incrementa el riesgo de desprendimiento. El crecimiento anormal de los vasos sanguíneos bajo la retina también puede provocar cambios visuales, por lo que las personas con miopía magna necesitan someterse a exámenes oculares con frecuencia.

Miopía degenerativa
Esta condición poco frecuente, que suele manifestarse en la infancia, puede producir una elongación del globo ocular de forma muy rápida, derivando en una grave pérdida visual. Las personas que la padecen experimentan un mayor riesgo de desprendimiento de retina y otros cambios degenerativos en la parte posterior del ojo. Asimismo, también aumentan las posibilidades de sufrir cataratas.

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